lunes, 14 de septiembre de 2015

Las últimas palabras del grande y viejo pintor

No imaginé que la última de las batallas se libraría en una cama vieja y triste, dentro de esta habitación rodeada por los cuadros que en su día pinté. Mi espada ya está seca en el suelo y un lienzo en blanco me mira, tentándome, y yo le digo: "Cariño, esta vez por más que quiera, no puedo" pero él me grita "Lléname de color y dame forma, dibuja sobre mí algo sin sentido y haz que lo tenga" y me persuade. La imaginación, que aún me sobra, hace que cada vez que mis ojos se posan sobre él vea algo magistral dibujado con el color de mi iris. Esta vez no. Aunque algo quisiese pintar, solo podría hacerlo con el color rojo de mi sangre.

Esta conciencia caprichosa me recuerda las miles de veces que he bebido, y no agua, claro está. El cuerpo me pide que beba más. Mientras ellos dos discuten, yo sigo observando lo blanco y las ideas se me vienen de dos en dos, luego de cuatro en cuatro y al final tengo tantas, tantas que ya no podré llevar a cabo. La insipiración viene cuando uno menos se lo espera, y hoy la musa ha venido directa a mi cama.

Entonces cierro los ojos y no consigo dormir. Los vuelvo a cerrar. La puerta se abre y me despierta. Ahí está la mayor de mis obras, mi hija. Yo la miro con la única mirada que puede tener un hombre a punto de emprender el mayor de los viajes, se acerca, le doy un beso y le digo que llame a su madre. Se va corriendo, en mi cabeza sus pasos suenan con eco. Aparece ella, de fondo veo un halo de luz blanca muy tenue, serán los delirios de este viejo. Se acerca y me besa como lo hizo la primera vez, yo le limpio las lágrimas con la yema de mi pulgar y sobran las palabras. Mis párpados se bajan de nuevo y veo algo que me recuerda a "La Danza"... Al final solo queda Matisse. Mi mujer se acerca y soltando todo el humor que me queda le susurro: "Bebed por mí, bebed por mi salud.... yo ya no puedo beber más". Voy a estar esperandote justo ahí, cariño... Justo ahí.


Yo mismo.

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