Esta conciencia caprichosa me recuerda las miles de veces que he bebido, y no agua, claro está. El cuerpo me pide que beba más. Mientras ellos dos discuten, yo sigo observando lo blanco y las ideas se me vienen de dos en dos, luego de cuatro en cuatro y al final tengo tantas, tantas que ya no podré llevar a cabo. La insipiración viene cuando uno menos se lo espera, y hoy la musa ha venido directa a mi cama.
Entonces cierro los ojos y no consigo dormir. Los vuelvo a cerrar. La puerta se abre y me despierta. Ahí está la mayor de mis obras, mi hija. Yo la miro con la única mirada que puede tener un hombre a punto de emprender el mayor de los viajes, se acerca, le doy un beso y le digo que llame a su madre. Se va corriendo, en mi cabeza sus pasos suenan con eco. Aparece ella, de fondo veo un halo de luz blanca muy tenue, serán los delirios de este viejo. Se acerca y me besa como lo hizo la primera vez, yo le limpio las lágrimas con la yema de mi pulgar y sobran las palabras. Mis párpados se bajan de nuevo y veo algo que me recuerda a "La Danza"... Al final solo queda Matisse. Mi mujer se acerca y soltando todo el humor que me queda le susurro: "Bebed por mí, bebed por mi salud.... yo ya no puedo beber más". Voy a estar esperandote justo ahí, cariño... Justo ahí.
Yo mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario